Estoy preocupada. No logro que me
escuche. Yo no soy esa tal Isadora. Bueno, mi única opción es
llegar a la
mansión y explicar la confusión. Con un poco de suerte, llegaré a tiempo para
marcharme y si no… quizás tengan un jet privado o algo por un estilo.
Repiqueteo con los dedos en la ventana.
Permanecemos en silencio. Nadie habla.
-¿Falta mucho?
-En media hora estaremos allí.
.
-Gracias
.
-Para servirla.
Me pregunto quién será esa tal Isadora
Blair. Tiene que ser muy rica. Entonces, como un haz de luz vuelve a mi memoria
un recuerdo. La chica rubia. Isadora Blair. Me han confundido con ella.
-¿Puedo hacerle otra pregunta?
-Claro. Dígame.
-Yo no he estado en aquí nunca, ¿No?
-No. Esta es la primera vez.
-Ya.
-Dudábamos en si la reconoceríamos.
Uf. A ver cómo se lo explico a este buen
hombre.
“Mire, perdone pero no soy ella.” O…
“Siento la confusión pero no soy la
adecuada. Debo irme” O…
“No soy Isadora” Simple y directa.
El problema es que no soy tan lanzada y
no seré capaz de decirlo de ninguna de esas tres formas. Empezaré con los
rodeos.
No paro de darle vueltas a lo del chico.
Luca se llamaba. Sin el más mínimo atisbo de vergüenza se acercó y me dio su
número. Rozo la tarjeta con la mano derecha. Siento que me da seguridad. Una
estúpida teoría al fin y al cabo.
El jet lag comienza a afectarme. Un
síntoma producido por cambios de horario considerables. Sólo deseo dormir.
-Hemos llegado.
-Vale. Bajo del coche.-¡Hala! Una enorme
casona con el suelo empedrado y jardines extensos me rodea.
-Ámbar. Condúcela a su habitación.
-Bienvenida, Isadora.
-Encantada.
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